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Infarto de miocardio: reconociendo y previniendo el ataque al corazón

Actualizado: 3 abr

Pocas cosas asustan tanto como la idea de un infarto al corazón. El infarto de miocardio, coloquialmente llamado ataque al corazón, ocurre cuando una arteria del corazón se bloquea por completo, dejando una parte del músculo sin suministro de sangre. Es una emergencia médica seria, pero entender sus causas, síntomas y formas de prevención puede literalmente salvar vidas. En este blog te explicaremos en lenguaje sencillo qué es un infarto, por qué sucede, cómo reconocerlo a tiempo y qué medidas tomar tanto para atenderlo de urgencia como para prevenirlo a largo plazo. También abordaremos los tratamientos disponibles hoy en día, que han mejorado enormemente la supervivencia. El conocimiento es poder: saber cómo actuar ante un infarto (ya sea en nosotros mismos o en alguien cercano) marca la diferencia. Acompáñanos en este recorrido por todo lo que debes saber sobre el infarto de miocardio para cuidar tu corazón y el de tu familia.


¿Qué es el infarto de miocardio?

Un infarto de miocardio ocurre cuando el flujo de sangre a una parte del músculo cardíaco queda totalmente bloqueado. Esto suele suceder porque una placa de aterosclerosis en una arteria coronaria se rompe y forma un coágulo que obstruye la arteria. Al interrumpirse el aporte de oxígeno, ese segmento del músculo cardíaco comienza a sufrir daño y, si no se restaura pronto el flujo sanguíneo, las células musculares mueren. “Miocardio” significa músculo del corazón, e “infarto” implica muerte de tejido por falta de riego. Por eso al infarto también se le llama ataque al corazón o infarto agudo de miocardio (IAM).

Es importante diferenciarlo de la angina: en la angina el flujo se reduce pero no se corta por completo y no suele haber daño permanente. En el infarto, la arteria se tapa del todo (generalmente por un coágulo súbito sobre una placa) y  hay daño al músculo, que puede ser irreversible si no se actúa rápido.

El infarto es una manifestación extrema de la cardiopatía isquémica. Lamentablemente, es muy común en el mundo. De hecho, los infartos de miocardio (junto con los accidentes cerebrovasculares) son responsables de la mayoría de muertes por enfermedad cardiovascular a nivel global​

. En otras palabras, el ataque al corazón es una de las principales causas de muerte en el planeta. Pero también es cierto que muchos de esos infartos podrían prevenirse o tratarse eficazmente con las medidas adecuadas.


Cuando ocurre un infarto, el tiempo es músculo: cuanto más tiempo pase la arteria bloqueada, más parte del corazón se daña. Por eso, un dicho médico es “tiempo es miocardio”. Actuar rápido ante los síntomas y buscar atención de emergencia puede limitar el daño y salvar la vida. Conocer signos y síntomas es crucial, y de eso hablaremos en detalle más adelante.


Causas y factores de riesgo

La causa inmediata de la mayoría de los infartos es la formación de un coágulo (trombo) que obstruye una arteria coronaria. Pero esto ocurre generalmente sobre una base de enfermedad arterial previa. Repasemos el proceso típico:

Todo comienza con la aterosclerosis en las arterias del corazón. Durante años, se acumulan placas de grasa y colesterol en las paredes arteriales. Un día, una de esas placas se fisura o rompe de forma repentina. El organismo, al detectarla, intenta “reparar” la lesión formando un coágulo (similar a cuando se cierra una herida en la piel). El problema es que dentro de la arteria, ese coágulo puede crecer rápidamente hasta tapar por completo el vaso. Este es el desencadenante más común de un infarto.

¿Por qué sucede esto en unas personas y no en otras? Los factores de riesgo para infarto son básicamente los mismos que para la angina y la enfermedad coronaria en general (porque el infarto es parte de ese espectro). Entre ellos destacan:

  • Edad y sexo: El riesgo de infarto aumenta con la edad. En hombres suele presentarse con mayor frecuencia a partir de los 45-50 años, y en mujeres típicamente después de la menopausia (a partir de ~55-60 años). No obstante, puede ocurrir en gente más joven si concurren muchos factores de riesgo.

  • Historia familiar: Tener parientes cercanos (padre, madre, hermanos) que hayan sufrido infartos a edad temprana (hombres antes de 55, mujeres antes de 65) incrementa el riesgo individual, lo que sugiere predisposición genética o hábitos familiares poco saludables.

  • Tabaquismo: Fumar daña gravemente las arterias y promueve la formación de coágulos. Es uno de los principales detonantes prevenibles de infartos en personas relativamente jóvenes.

  • Hipertensión arterial: La presión alta crónica endurece y deteriora las arterias, haciendo más probable la ruptura de placas y la formación de trombos.

  • Colesterol alto: Contribuye a la formación de las placas ateroscleróticas. Un nivel elevado de LDL y/o bajo de HDL se asocia a más riesgo de infarto.

  • Diabetes: La diabetes acelera la aterosclerosis y vuelve las placas más inestables. Un diabético tiene un riesgo equivalente al de alguien que ya tuvo un infarto previamente.

  • Obesidad y síndrome metabólico: El exceso de peso (especialmente la acumulación de grasa abdominal) suele venir acompañado de hipertensión, problemas de glucosa e inflamación sistémica, todo lo cual aumenta el riesgo cardiovascular.

  • Sedentarismo: La falta de ejercicio predispone a varios de los factores anteriores y además, el corazón no entrena su resistencia.

  • Estrés: El estrés constante puede elevar la presión y liberar hormonas que aumentan la probabilidad de eventos agudos como infartos. Además, bajo estrés a veces se adoptan hábitos poco saludables (comer mal, fumar, etc.).

  • Consumo excesivo de alcohol o drogas: Beber alcohol en exceso aumenta la presión y puede elevar triglicéridos. Drogas estimulantes como la cocaína y anfetaminas pueden provocar vasoespasmos o arritmias que resulten en infarto incluso en arterias sanas, por lo que su consumo es muy peligroso para el corazón.

La presencia de varios factores simultáneamente multiplica el riesgo. Por ejemplo, un hombre hipertenso, fumador y con colesterol alto tiene un riesgo muy alto de infarto comparado con alguien sin esos factores. Identificar y corregir estos factores es clave para la prevención, como veremos más adelante.


Síntomas del infarto: cómo reconocerlo

Reconocer pronto los síntomas de un infarto de miocardio puede salvar una vida. Aunque no todas las personas presentan las mismas señales, hay un cuadro típico que debe llevarnos a buscar ayuda inmediata. Los síntomas clásicos de un infarto incluyen:

  • Dolor torácico intenso y prolongado: Es el síntoma principal. Suele ser una opresión fuerte en el centro del pecho, a veces descrito como “un peso enorme” o “un puño apretando el corazón”. A diferencia de la angina, este dolor no cede con el reposo ni con nitroglicerina, o solo alivia parcialmente pero regresa. Dura más de 15-20 minutos. Puede irradiarse (extenderse) al brazo izquierdo, cuello, mandíbula o la espalda. Muchas veces viene acompañado de una sensación de angustia o miedo intenso.

  • Sudoración fría: La persona puede empaparse de sudor repentinamente, aun si el ambiente no está cálido. Es un sudor frío, asociado al dolor y al estado de shock que sufre el cuerpo.

  • Dificultad para respirar: La víctima de un infarto suele sentir falta de aire o respiración entrecortada (disnea). Esto sucede porque el corazón debilitado no bombea bien y puede acumularse líquido en los pulmones (edema pulmonar incipiente), o simplemente por la ansiedad y dolor agudo.

  • Náuseas y vómitos: Especialmente en infartos de la pared inferior del corazón, es común sentir náuseas, malestar estomacal e incluso llegar a vomitar.

  • Mareos o desmayos: El infarto puede provocar mareo, aturdimiento e incluso pérdida de conocimiento si la presión arterial cae demasiado o surgen arritmias peligrosas.

  • Palidez o piel cenicienta: La irrigación a la piel disminuye y la persona se ve pálida, a veces con un tinte grisáceo.

  • Ansiedad y sensación de muerte inminente: Muchos pacientes durante un infarto experimentan una intensa ansiedad, con la convicción de que “algo muy malo está pasando”. Esta “angustia de muerte” es casi característica del infarto agudo.

Es importante destacar que no todos los infartos presentan el cuadro completo. Algunos pueden ser “silenciosos” o atípicos, especialmente en personas diabéticas o de edad avanzada. En mujeres, a veces los síntomas predominantes son fatiga extrema, malestar en mandíbula o espalda y náuseas, más que el clásico dolor de pecho fulminante.

No obstante, ante cualquier dolor de pecho súbito, intenso, que dure más de unos minutos y venga con alguno de los síntomas acompañantes mencionados, se debe asumir que es un infarto hasta que se demuestre lo contrario. Es preferible una falsa alarma (que luego resulte ser un susto o un dolor muscular) a ignorar un infarto real.

Si sospechas que tú u otra persona están sufriendo un infarto, llama de inmediato a emergencias (servicio de ambulancias). No intentes conducir tu mismo al hospital si eres el afectado; es mejor esperar la ambulancia que tiene personal capacitado y tratamientos de urgencia (además de evitar accidentes si perdieras el conocimiento al volante). Cada minuto cuenta: cuanto antes llegue la atención médica, más posibilidades hay de abrir la arteria a tiempo.


Zonas de dolor referidas en un infarto agudo de miocardio (en rojo). El infarto suele causar una opresión intensa en el centro del pecho, a veces irradiada al brazo izquierdo, cuello, mandíbula o espalda. Si el dolor dura más de 15-20 minutos y viene acompañado de sudor frío o falta de aire, debe sospecharse un infarto
 Imagen: Zonas de dolor referidas en un infarto agudo de miocardio (en rojo). El infarto suele causar una opresión intensa en el centro del pecho, a veces irradiada al brazo izquierdo, cuello, mandíbula o espalda. Si el dolor dura más de 15-20 minutos y viene acompañado de sudor frío o falta de aire, debe sospecharse un infarto

Qué hacer ante un infarto (acción de emergencia)

Saber reaccionar ante un posible infarto puede salvar vidas, ya sea la propia o la de alguien cercano. He aquí los pasos a seguir ante la sospecha de un infarto:

  1. Llamar al servicio de emergencias de inmediato: En la mayoría de países es el 112 o 911. Describe claramente los síntomas (“dolor de pecho intenso de tantos minutos de duración, dificultad para respirar, etc.”). No esperes “a ver si se pasa”, ni pierdas tiempo. Es mejor solicitar la ayuda y que luego no haga falta, que necesitarla y no haberla pedido.

  2. Mantener la calma y hacer que el paciente repose: Si es otra persona, ayúdala a sentarse o recostarse en una posición semi-sentada (con el tronco ligeramente incorporado) que puede aliviar la respiración. Afloja ropas ajustadas. Trata de mantener la calma y transmitir tranquilidad, aunque por dentro estés preocupado. La ansiedad empeorada la situación, pero entendemos que es un momento tenso.

  3. Administrar aspirina (si se dispone y no hay contraindicación): La aspirina ayuda a inhibir los coágulos. Si la persona está consciente, no es alérgica a la aspirina y tiene a mano (o alguien cerca tiene) una aspirina infantil o de 300 mg, se le puede dar para que la mastique (masticarla acelera su absorción). Esto puede ayudar a reducir el daño del infarto en curso. Nota: Aspirina sí, pero no otros analgésicos o remedios caseros. Solo nitroglicerina si el paciente ya la tenía recetada por angina.

  4. Nitroglicerina si la usaba previamente: Si la persona es conocida enferma coronaria y tiene indicaciones de nitroglicerina en caso de dolor, puede tomarla según la receta (por ejemplo, un spray o tableta sublingual cada 5 minutos, hasta un total de 3 dosis). Si al tercer intento el dolor no cede, es señal de infarto grave. De cualquier forma, la nitroglicerina puede aliviar algo mientras llega la ambulancia. Ojo: Si nunca le han recetado nitroglicerina, no administrarla porque puede bajar la presión peligrosamente en algunos escenarios.

  5. No comer, no beber nada (excepto lo anterior): Por si se requiere luego alguna intervención o anestesia en el hospital, es mejor tener el estómago vacío.

  6. Prepararse para RCP si fuera necesario: En un infarto, existe el riesgo de que el corazón entre en arritmias graves y la persona sufra una parada cardíaca súbita (fibrilación ventricular). Si el afectado pierde el conocimiento y deja de respirar con normalidad, se debe iniciar reanimación cardiopulmonar (RCP) de inmediato mientras se espera la ambulancia. Esto implica hacer compresiones fuertes y rápidas en el centro del pecho (al ritmo de unos 100-120 por minuto). Si hay acceso a un desfibrilador externo automático (DEA) –por ejemplo en un lugar público–, usarlo según instrucciones. Saber RCP básica es muy valioso, vale la pena aprenderla en cursos de primeros auxilios.

Reiteramos: la atención precoz es vital. Los servicios de emergencia médicos actuales están equipados con desfibriladores, medicamentos trombolíticos (para disolver coágulos) u otros tratamientos que pueden iniciarse camino al hospital. En el hospital, el objetivo principal será restablecer el flujo en la arteria culpable del infarto, ya sea mediante fármacos o mediante una angioplastia de urgencia (cateterismo para abrir la arteria). Cada minuto que ganemos antes de esa reapertura se traduce en músculo cardíaco salvado.


Paciente realizándose una prueba de esfuerzo en cinta ergométrica, con monitoreo de ECG y presión arterial. Las pruebas de esfuerzo ayudan a diagnosticar angina al evidenciar signos de falta de riego sanguíneo al corazón bajo ejercicio.
Imagen: Paciente realizándose una prueba de esfuerzo en cinta ergométrica, con monitoreo de ECG y presión arterial. Las pruebas de esfuerzo ayudan a diagnosticar angina al evidenciar signos de falta de riego sanguíneo al corazón bajo ejercicio.

Tratamiento médico del infarto


  • Una vez que el paciente con infarto llega al hospital, el equipo médico implementará rápidamente una serie de tratamientos especializados. Gracias a los avances en cardiología, sobrevivir a un infarto hoy es mucho más probable que décadas atrás, siempre y cuando se reciba el tratamiento adecuado a tiempo. Los pilares del manejo del infarto incluyen:

    • Terapia de reperfusión: Significa volver a perfundir (dar flujo) a la zona afectada. Hay dos formas principales:

      • Angioplastia primaria: Es la preferida en muchos centros si se puede realizar con rapidez (idealmente dentro de las primeras 90 minutos desde el primer contacto médico). Consiste en un cateterismo cardíaco de urgencia: se localiza la arteria tapada y se abre con un balón y stent, similar a lo que describimos en la angina, pero ahora para abortar el infarto. Es altamente efectiva; literalmente abre la arteria “in situ” y restaura la circulación, deteniendo el infarto.

      • Fibrinolíticos (trombolíticos): Son medicamentos que se administran por vena para disolver el coágulo. Se usan típicamente cuando no es posible hacer una angioplastia rápidamente (por ejemplo, en áreas sin laboratorio de cateterismo inmediato). Fármacos como alteplase, tenecteplase, etc., pueden disolver el trombo si se administran en las primeras horas. Reducen la mortalidad, aunque tienen cierto riesgo de hemorragias. Tras administrarlos, igualmente se suele trasladar al paciente a un centro con cateterismo para confirmar apertura de la arteria o realizar angioplastia diferida.

    • Medicamentos de soporte: Además de la reperfusión, se inician varios medicamentos:

      • Antiagregantes plaquetarios: Aspirina (si no se había dado) y a menudo un segundo antiagregante como clopidogrel, ticagrelor o prasugrel. Dos fármacos anti-plaquetas a la vez ayudan a evitar que el coágulo se extienda o se vuelva a formar, especialmente si se colocó un stent.

      • Anticoagulantes: Durante la fase aguda, en el hospital se administran anticoagulantes inyectables (heparina o similares) para mantener la sangre menos coagulable mientras se resuelve el infarto.

      • Betabloqueantes: Si no hay contraindicaciones (como insuficiencia cardíaca aguda muy severa o bradicardia extrema), se suelen dar betabloqueantes para reducir el trabajo del corazón y disminuir el riesgo de arritmias peligrosas.

      • Nitratos intravenosos: Pueden utilizarse para aliviar el dolor persistente y mejorar la circulación, aunque si la presión está baja no se usan.

      • Oxígeno: Si el paciente tiene baja saturación de oxígeno o dificultad respiratoria, se le administra oxígeno suplementario.

      • Analgesia: El dolor intenso de un infarto se trata típicamente con morfina u opioides, que también ayudan a aliviar la ansiedad.

    • Manejo de complicaciones: Un infarto puede venir con complicaciones como arritmias (por ejemplo fibrilación ventricular, que requiere desfibrilación eléctrica inmediata; o arritmias menos severas que se tratan con medicamentos), insuficiencia cardíaca aguda (tratada con diuréticos, vasodilatadores e incluso dispositivos de asistencia mecánica si es necesario), shock cardiogénico (podría requerir medicamentos inotrópicos o balón de contrapulsación intraaórtica), entre otras. El equipo monitoriza de cerca y actúa según aparezcan estas situaciones.

    • Cuidados en unidad coronaria: Habitualmente, el paciente se interna en una unidad de cuidados coronarios o intensivos cardiológicos al menos las primeras 24-48 horas. Allí se vigilan sus signos vitales, ritmo cardíaco y se ajusta el tratamiento.

    • Rehabilitación temprana: Si todo va bien, a las 24-48 horas ya se comienza a movilizar al paciente (sentarse, caminar distancias cortas en la habitación, etc.). La rehabilitación cardíaca empieza pronto, enseñando ejercicios leves y recomendaciones para retomar gradualmente la actividad física segura.

    • Evaluación post-infarto: Antes del alta, o poco después, se realizan estudios (como ecocardiograma) para valorar cuánto daño quedó en el corazón (fracción de eyección, función de las válvulas, etc.). También pruebas de esfuerzo tardías para guiar el retorno al ejercicio.

    • Tratamiento a largo plazo: Tras un infarto, el paciente se irá a casa con una lista de medicamentos que muy probablemente incluya: aspirina de por vida; otro antiagregante por al menos 6-12 meses (si tuvo stent, etc.); betabloqueante; estatina a alta dosis; un IECA o ARA II (especialmente si hay algún grado de insuficiencia cardíaca o hipertensión); y tal vez un antagonista de aldosterona (espironolactona) si el infarto fue grande. Todos estos fármacos en conjunto reducen marcadamente la posibilidad de un segundo infarto y mejoran la supervivencia. Por supuesto, junto con los medicamentos viene un plan de cambios en estilo de vida (dieta, ejercicio, dejar de fumar) supervisados en rehabilitación cardíaca.

    En resumen, el tratamiento del infarto ha avanzado hacia abrir la arteria rápido, proteger el corazón, y luego mantener una prevención secundaria intensa. Muchas personas pueden llevar una vida prácticamente normal después de un infarto, siempre y cuando sigan sus tratamientos y cuiden sus hábitos. Es impresionante saber que, según la OMS, más del 85% de las muertes por enfermedades cardiovasculares (como infarto y derrames) ocurren en países de ingresos medios y bajos​ who.int, lo que resalta la importancia de mejorar la atención cardíaca en todo el mundo. También es un recordatorio de que todos estamos en riesgo si no tomamos medidas.



Prevención del infarto


Después de pasar por todo lo anterior, queda claro que prevenir es mejor que curar. Muchas veces oímos sobre alimentación sana y ejercicio, y puede sonar repetitivo, ¡pero son la clave para evitar infartos! Incluso si ya tuvimos un infarto, estas medidas ayudan a prevenir otro. Vamos a resumir cómo podemos reducir nuestro riesgo:

  • No fumar, y alejarse del humo: El tabaco es uno de los peores enemigos del corazón. Si no fumas, nunca empieces. Si fumas, busca activamente dejarlo, con ayuda profesional si es necesario. En cuanto dejas de fumar, tu riesgo de infarto empieza a bajar desde las primeras semanas y meses, y en unos pocos años se aproxima al de alguien que nunca fumó.

  • Dieta cardioprotectora: Prioriza alimentos frescos y naturales. Frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y frutos secos deben ser la base. Consume pescados (ricos en omega-3) un par de veces por semana. Limita la sal (usa especias para dar sabor en su lugar) para mantener la presión a raya. Evita las frituras, embutidos, mantequilla, crema y productos ultraprocesados llenos de azúcares y grasas malas. Si bebes alcohol, que sea con moderación o nada.

  • Ejercicio regular: Nuestro cuerpo está hecho para moverse. La actividad física habitual fortalece el corazón y mejora la circulación colateral (rutas alternativas de sangre). Caminar, trotar suave, andar en bicicleta o nadar son excelentes ejercicios aeróbicos. Encuentra algo que disfrutes para que sea sostenible. Apunta a al menos 30 minutos al día de actividad moderada la mayoría de días. Si no tienes tiempo seguido, vale acumular en intervalos más cortos (por ejemplo 3 caminatas de 10 minutos a lo largo del día).

  • Mantener un peso saludable: Además de dieta y ejercicio, controlar el peso es fundamental. Si tu cintura mide más de 102 cm (hombres) o 88 cm (mujeres), hay obesidad abdominal significativa, intenta reducirla con cambios de hábitos. Cada kilo de menos (hasta llegar a un rango sano) disminuye la carga sobre tu corazón.

  • Control médico periódico: Chequeos anuales o según indique tu médico para medir presión arterial, glicemia (azúcar) y perfil lipídico (colesterol y triglicéridos). Si detectan algo elevado, toma en serio las recomendaciones y medicamentos indicados. La hipertensión y el colesterol alto suelen no dar síntomas hasta que provocan un problema grave; no te confíes por “sentirte bien”.

  • Manejar condiciones de salud: Si tienes diabetes, sigue cuidadosamente tu plan de tratamiento para mantenerla controlada. Si tienes hipertensión, toma tus medicinas y dieta baja en sal disciplinadamente. Igual con colesterol alto: dieta y probablemente estatinas según el caso. Mantener bajo control estas condiciones reduce dramáticamente la probabilidad de un infarto.

  • Estrés y salud mental: Busca el equilibrio en tu vida laboral, familiar y personal. El estrés continuo sin alivio perjudica al corazón. Dedica tiempo a lo que te guste, procura dormir bien (7-8 horas), practica técnicas de relajación o mindfulness. A veces, aprender a decir “no” cuando estamos sobrecargados también es una forma de prevenir estrés excesivo.

  • Conocer tu riesgo y actuar temprano: Existen calculadoras de riesgo cardiovascular que médicos utilizan para estimar tu probabilidad de infarto en 10 años, en base a edad, factores mencionados, etc. Si tu riesgo sale alto, el médico te aconsejará medidas agresivas incluso si aún no hay enfermedad manifiesta. Esto es la prevención primaria intensiva: por ejemplo, a veces se indica empezar estatinas o aspirina en personas de alto riesgo aunque no hayan tenido eventos, para prevenir el primero.

A nivel comunitario, es importante apoyar políticas de salud pública que fomenten estilos de vida sanos: espacios para hacer deporte, alimentos saludables asequibles, etiquetados claros, programas para dejar de fumar, etc. La batalla contra el infarto no es solo individual, sino colectiva.

En conclusión, el infarto de miocardio, aunque común y potencialmente mortal, es en gran medida prevenible. Cada acción cuenta: dejar ese cigarro, optar por una ensalada en vez de comida rápida, subir escaleras en lugar de tomar el ascensor... Todo suma y tu corazón te lo agradecerá. Y si ya sobreviviste a un infarto, ¡no bajes la guardia! Es el momento de hacer un cambio de vida definitivo para que no se repita.


Conclusión


Hemos recorrido el camino del infarto de miocardio desde sus causas hasta su prevención. ¿Qué nos queda como aprendizaje principal? Que tenemos poder sobre la salud de nuestro corazón. Si bien no podemos cambiar factores como la edad o la genética, sí podemos influir enormemente en la mayoría de los riesgos. Un infarto no suele ser “un rayo caído del cielo” sin aviso; nuestro cuerpo nos va dando señales (una presión un poco alta, colesterol subido, fatiga al esfuerzo) y también nos brinda oportunidades para mejorar.

Es inspirador saber que millones de personas han transformado sus hábitos después de un susto cardíaco y han vivido décadas plenas y activas. Pero más inspirador aún es pensar en aquellos que logran nunca sufrir ese susto, precisamente porque tomaron medidas con anticipación. Cuidar del corazón no significa vivir sin disfrutar; al contrario, se trata de adoptar un estilo de vida que nos permita disfrutar más y por más tiempo, sin limitaciones. Comer rico y sano, moverse más, compartir momentos relajantes con la familia o amigos, evitar vicios dañinos... todo ello mejora nuestra calidad de vida presente, además de prevenir un infarto.

Si tú o un ser querido han pasado por un infarto, que sea visto como un nuevo comienzo. Es la señal de que algo debe cambiar, y nunca es tarde para hacerlo. Sigue al pie de la letra las indicaciones médicas, asiste a rehabilitación cardiaca si te la ofrecen, y demuestra que eres más fuerte que el “asesino silencioso” de la hipertensión o el hábito del cigarro. Cada esfuerzo que hagas (ponerte las zapatillas para caminar, decir no a ese postre extra, tomarte la pastilla aun cuando te sientas bien) es un ladrillo construyendo el muro que te separa de otro infarto.

Y para quienes aún no han tenido un evento cardíaco, la tarea es ahora: prevenir. Imagina tu corazón como el motor de un coche que quieres que dure toda la vida. Le darás buen combustible, harás sus mantenimientos, no lo forzarás indebidamente. Con tu cuerpo, haz lo mismo: aliméntalo bien, hazle sus chequeos, ejercítalo con regularidad. Tu cuerpo es el único lugar que tienes para vivir, y tu corazón su motor principal.

En la lucha contra el infarto, todos podemos hacer algo. Comparte este conocimiento con tu familia, en tu trabajo, con amigos. Que más personas sepan reconocer un infarto y cómo actuar. Que más gente entienda que el enemigo no es invencible; lo podemos vencer con prevención y con atención médica a tiempo. Un corazón cuidado es un corazón agradecido que seguirá latiendo con fuerza por muchos años. ¡Tomemos hoy la decisión de darle larga vida a nuestro corazón!


¿Has sufrido un infarto o quieres prevenirlo? Este es tu momento.


El infarto de miocardio no aparece de la nada: el cuerpo suele avisarnos antes. Y lo mejor es que tenemos el poder de actuar a tiempo. Cambiar hábitos, hacer chequeos y recibir una atención médica adecuada puede marcar la diferencia entre un susto y una vida larga y plena.

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