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Angina de pecho: cuidando tu corazón

Actualizado: 17 abr

La angina de pecho es un término que muchos han escuchado, pero pocos comprenden del todo. Se trata de un dolor o molestia en el pecho que puede asustarnos, pero entender qué es y por qué ocurre nos ayuda a manejarlo mejor. En este blog te explicaremos de forma sencilla qué es la angina de pecho, sus causas, síntomas y cómo prevenirla. Hablaremos de por qué sucede este dolor en el pecho, cómo se diagnostica y qué tratamientos existen. Nuestro objetivo es darte la información necesaria para que cuides tu corazón y sepas actuar ante este problema común. La angina no es una sentencia definitiva: con buenos hábitos y atención médica oportuna, es posible controlarla y seguir disfrutando de la vida. ¡Vamos a conocer más sobre la angina de pecho y a perderle el miedo!



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Ilustración: Representación de una arteria coronaria con placa de ateroma (depósito graso) que reduce el flujo sanguíneo. La acumulación de placa en las arterias del corazón causa la cardiopatía isquémica, la forma más común de enfermedad cardíaca​

¿Qué es la angina de pecho?

La angina de pecho es un dolor o presión en el pecho que aparece cuando el músculo del corazón (miocardio) no recibe suficiente sangre rica en oxígeno. Es esencialmente un síntoma de la enfermedad de las arterias coronarias, que es la enfermedad cardíaca más común​

. Imagina que las arterias coronarias son “tuberías” que llevan sangre al corazón: si están parcialmente bloqueadas o estrechas por depósitos de grasa (placa), el flujo de sangre disminuye. Cuando el corazón necesita más oxígeno, por ejemplo al hacer ejercicio o en momentos de estrés, y las arterias obstruidas no pueden proporcionarlo, se produce la angina.


La angina suele sentirse como una opresión o presión en el pecho. Algunas personas lo describen como si “un peso” aplastara su pecho. A veces el dolor se extiende a hombros, brazos, cuello, mandíbula o espalda. Es importante saber que la angina no es un infarto; en la angina, el dolor es temporal y suele aliviarse con reposo o con medicamentos indicados por el médico (como la nitroglicerina). Sin embargo, la angina sí indica que el corazón está teniendo dificultades y es una señal de alerta que no debemos ignorar.

Existen diferentes tipos de angina de pecho. La más común es la angina estable, que aparece en situaciones previsibles (por ejemplo, al subir escaleras rápidamente) y dura pocos minutos, cediendo con el descanso. Por otro lado, la angina inestable puede ocurrir en reposo, con dolores más intensos o prolongados; esta es más peligrosa y puede preceder a un infarto. También hay una forma llamada angina de Prinzmetal (o angina variante) que se debe a espasmos de las arterias coronarias y suele ocurrir en reposo, a veces por la madrugada. Sea cual sea el tipo, la angina es siempre una señal de que el corazón necesita atención.


Causas y factores de riesgo

La causa directa de la angina de pecho es la reducción del flujo sanguíneo en las arterias coronarias. En la mayoría de los casos, esto ocurre por la aterosclerosis, que es la acumulación de placa (grasa, colesterol y otras sustancias) en las paredes internas de las arterias. Con el tiempo, estas placas endurecen y estrechan las arterias, limitando el paso de la sangre. Cuando la obstrucción supera cierto nivel, el corazón no recibe suficiente sangre durante esfuerzos o estrés, desencadenando la angina.

Pero, ¿qué lleva a la aterosclerosis? Aquí entran en juego factores de riesgo bien conocidos:

  • Tabaquismo: Fumar daña las arterias y favorece la formación de placa.

  • Colesterol alto: Un nivel elevado de colesterol LDL (“malo”) en sangre contribuye a la acumulación de grasa en las arterias.

  • Hipertensión arterial: La presión alta daña el revestimiento de las arterias y acelera la aterosclerosis.

  • Diabetes: El azúcar elevado en sangre de forma crónica afecta los vasos sanguíneos de todo el cuerpo, incluyendo las coronarias.

  • Obesidad y sedentarismo: El sobrepeso y la falta de ejercicio se asocian a colesterol alto, hipertensión y diabetes, formando un círculo de riesgo.

  • Estrés: El estrés emocional puede desencadenar angina al aumentar la demanda del corazón; además, personas bajo estrés a menudo tienen hábitos menos saludables (fumar, mala alimentación).

  • Edad y sexo: La angina es más común en edades medias y avanzadas. Los hombres presentan cardiopatía coronaria a edades más tempranas que las mujeres, aunque después de la menopausia el riesgo de las mujeres se iguala.

  • Historial familiar: Tener parientes cercanos (padres, hermanos) con enfermedad coronaria precoz aumenta el riesgo de padecerla.

Es importante destacar que estos factores de riesgo se suman entre sí. Por ejemplo, un fumador con diabetes e hipertensión tiene un riesgo muy elevado de aterosclerosis acelerada. La buena noticia es que muchos de estos factores son modificables. Hacer cambios en el estilo de vida puede frenar e incluso ayudar a revertir el daño en las arterias.


Síntomas comunes de la angina

El síntoma principal de la angina es el dolor en el pecho con sensación de opresión o peso. Suele localizarse detrás del esternón (hueso central del pecho) y a veces irradia al brazo izquierdo, cuello, mandíbula o espalda. Algunas personas confunden la sensación con indigestión o acidez, porque en ocasiones el malestar puede sentirse en la parte alta del abdomen.

Características típicas del dolor anginoso:

  • Aparece con la actividad o el estrés: Por ejemplo, al caminar cuesta arriba, subir escaleras, correr, o ante un disgusto emocional fuerte. En la angina estable, la persona puede reconocer qué nivel de esfuerzo le produce dolor.

  • Dura poco tiempo: Normalmente dura unos minutos (menos de 5-10 minutos) y cede con el reposo. Si el dolor dura más de 15-20 minutos en reposo, podría ser un infarto en curso, que es una emergencia.

  • Mejora con nitroglicerina sublingual: Este medicamento dilata las arterias y suele aliviar la angina en minutos, confirmando que el dolor era de origen coronario.

  • Puede acompañarse de otros síntomas: Además del dolor u opresión, es común sudoración fría, falta de aire (sensación de falta de aliento), cansancio inusual con la actividad o incluso mareos. La ansiedad o sensación de muerte inminente también puede presentarse durante un episodio de angina intensa.

En mujeres, adultos mayores o personas con diabetes, los síntomas de angina pueden ser menos típicos. A veces se manifiesta más como fatiga, náuseas o falta de aire que como dolor fuerte en el pecho. Por eso, cualquier síntoma extraño ante esfuerzos (como un cansancio excesivo o malestar en el pecho) en alguien con factores de riesgo debe ser evaluado por un médico.

Es importante recalcar: si un dolor en el pecho es muy intenso, apareció en reposo, o no cede en 10 minutos con descanso, se debe buscar atención médica de inmediato. Podría tratarse de un infarto de miocardio. En caso de duda, siempre es mejor errar por precaución y acudir a emergencias.


Métodos de diagnóstico

Cuando una persona refiere dolores en el pecho sospechosos de angina, el médico realizará varias evaluaciones para confirmar el diagnóstico y medir la gravedad. Entre los métodos de diagnóstico más comunes se incluyen:

  • Historia clínica y examen físico: El médico te preguntará cómo es el dolor, cuándo aparece, cuánto dura, si hay antecedentes familiares o factores de riesgo (tabaquismo, diabetes, etc.). También auscultará tu corazón y pulmones, tomará la presión arterial y buscará datos que orienten sobre tu salud cardiovascular general.

  • Electrocardiograma (ECG): Es una prueba sencilla e indolora que registra la actividad eléctrica del corazón a través de electrodos en la piel. En reposo, muchas veces el ECG es normal en pacientes con angina, especialmente si no están con dolor en ese momento. Sin embargo, un ECG en pleno episodio de angina puede mostrar alteraciones características (como cambios en el segmento ST). Por ello, a veces se realiza un ECG durante una prueba de esfuerzo.

  • Prueba de esfuerzo (ergometría): Consiste en caminar en una cinta o pedalear en una bicicleta estacionaria mientras se monitoriza el ECG, la presión arterial y los síntomas. El objetivo es “provocar” la angina en un ambiente controlado para detectar cambios en el ECG típicos de isquemia (falta de riego). Si durante el ejercicio aparecen los síntomas o se observan alteraciones en el ECG, la prueba se considera positiva para angina.

     

  • Ecocardiograma de estrés: En lugar de un ECG, se realiza una ecografía del corazón antes y después del ejercicio (o tras administrar un fármaco que acelera el corazón). Permite ver áreas del músculo cardíaco que no contraen adecuadamente cuando el corazón está exigido, lo cual indica falta de flujo en alguna arteria.

  • Pruebas de imagen nuclear o resonancia de perfusión: Son estudios especializados donde se inyecta una sustancia trazadora para visualizar el flujo de sangre en el corazón en reposo y estrés. Muestran con bastante precisión qué zonas del corazón sufren por falta de riego.

  • Angiografía coronaria (cateterismo cardíaco): Es la prueba definitiva para visualizar las arterias del corazón. Se introduce un catéter (tubito delgado) por una arteria del brazo o la pierna, guiándolo hasta las arterias coronarias, y se inyecta un medio de contraste visible en rayos X. Así, el médico puede observar en tiempo real las obstrucciones en las arterias. La angiografía confirma el diagnóstico y determina si las obstrucciones son susceptibles de tratamiento intervencionista (angioplastia o cirugía). Es un procedimiento invasivo, por lo que suele reservarse para cuando las pruebas no invasivas anteriores indican una angina significativa.


Además de lo anterior, el médico puede solicitar análisis de sangre para verificar niveles de colesterol, azúcar, función renal, etc., ya que esto ayuda a planificar el tratamiento. Todos estos estudios apuntan a responder dos preguntas clave: ¿Es realmente angina de pecho? ¿Qué tan comprometidas están las arterias coronarias? Con esa información se decide el mejor curso de acción.


Paciente realizándose una prueba de esfuerzo en cinta ergométrica, con monitoreo de ECG y presión arterial. Las pruebas de esfuerzo ayudan a diagnosticar angina al evidenciar signos de falta de riego sanguíneo al corazón bajo ejercicio.
Imagen: Paciente realizándose una prueba de esfuerzo en cinta ergométrica, con monitoreo de ECG y presión arterial. Las pruebas de esfuerzo ayudan a diagnosticar angina al evidenciar signos de falta de riego sanguíneo al corazón bajo ejercicio.

Recomendaciones de prevención

La angina de pecho, al ser una manifestación de la enfermedad coronaria, se puede prevenir en gran medida atacando sus factores de riesgo. Nunca es tarde para adoptar hábitos cardiosaludables, ¡pero mientras antes empecemos, mejor! Algunas recomendaciones de prevención incluyen:

  • Dejar de fumar: Si fumas, dejar el tabaco es lo más importante que puedes hacer por tu corazón. El cigarrillo contribuye enormemente a la aterosclerosis. Abandonarlo reduce el riesgo de angina, infarto y muchas otras enfermedades. Pide ayuda médica si lo necesitas; hoy existen terapias eficaces para lograrlo.

  • Alimentación saludable: Adopta una dieta equilibrada rica en frutas, verduras, legumbres, granos integrales, frutos secos y pescado. Limita las grasas saturadas y trans (presentes en comida rápida, bollería industrial, embutidos), el exceso de sal y las bebidas azucaradas. Una dieta tipo mediterránea es excelente para el corazón.

  • Ejercicio regular: Mantente físicamente activo. Se recomienda al menos 150 minutos semanales de actividad aeróbica moderada (por ejemplo, caminar a buen paso 30 minutos al día, cinco días a la semana). El ejercicio ayuda a controlar peso, presión, colesterol y azúcar, fortaleciendo además el corazón. Consulta con tu médico qué nivel de ejercicio es seguro para ti si ya tienes alguna enfermedad.

  • Control de peso: Si tienes sobrepeso u obesidad, perder al menos un 5-10% del peso produce beneficios importantes. La grasa abdominal en particular se asocia a mayor riesgo cardíaco.

  • Revisa tu presión arterial, azúcar y colesterol: La hipertensión, la diabetes y la hipercolesterolemia muchas veces no dan síntomas al inicio, pero dañan silenciosamente las arterias. Por eso, es fundamental realizar controles médicos periódicos. Si alguno de estos valores está elevado, sigue las indicaciones de tu médico en cuanto a dieta, ejercicio y medicamentos para controlarlos.

  • Maneja el estrés: El estrés crónico puede influir en la salud cardiovascular. Busca técnicas de manejo del estrés que te funcionen: meditación, yoga, ejercicio, distracciones saludables, dormir lo suficiente, o incluso apoyo psicológico si es necesario.

  • Limita el alcohol: Un consumo excesivo de alcohol eleva la presión arterial y aporta calorías vacías. Se recomienda, si bebes, que sea con moderación (no más de una copa al día en mujeres y dos en hombres, como guía general).

Además de prevenir la angina, estos hábitos contribuyen a tu salud general – mejoran tu energía, tu estado de ánimo y previenen otras enfermedades. Recuerda que la prevención es un proceso continuo: cada día cuenta. Aunque lleves años con hábitos poco saludables, siempre se puede dar el primer paso hacia un corazón más sano.


Opciones de tratamiento disponibles

Si ya te han diagnosticado angina de pecho, ¡no todo está perdido! Existen múltiples tratamientos que pueden mejorar la circulación al corazón, aliviar los síntomas y reducir el riesgo de un infarto. El manejo de la angina generalmente combina cambios en el estilo de vida, medicación y, en algunos casos, procedimientos médicos. Veamos cada aspecto:

  • Medidas generales: Son similares a las de prevención. Aunque parezca repetitivo, llevar una vida saludable es parte del tratamiento. Dejar de fumar, dieta equilibrada, ejercicio adecuado (bajo supervisión médica), control de peso y estrés son fundamentales. A veces se recomienda un programa de rehabilitación cardíaca, donde profesionales ayudan al paciente con ejercicio seguro, educación nutricional y apoyo psicológico.

  • Medicamentos: Hay varias clases de fármacos para la angina:

    • Nitratos (como la nitroglicerina): Dilatan los vasos sanguíneos y reducen temporalmente la demanda del corazón. Se usan para aliviar la angina aguda (por ejemplo, una pastilla de nitroglicerina bajo la lengua cuando aparece el dolor) y también en forma de parches o pastillas de acción prolongada para prevenir episodios.

    • Betabloqueantes: Disminuyen la frecuencia cardiaca y la presión, reduciendo el trabajo del corazón. Son muy útiles para prevenir la angina y también mejoran la supervivencia en pacientes con enfermedad coronaria.

    • Calcioantagonistas: Relajan las arterias y pueden disminuir la frecuencia cardiaca. Algunos (como verapamilo, diltiazem) se usan como alternativa o complemento a los betabloqueantes; otros (amlodipino, etc.) principalmente vasodilatan y ayudan especialmente en angina de Prinzmetal.

    • Aspirina y anticoagulantes: La aspirina en dosis baja se indica a casi todos los pacientes con angina estable, ya que evita la formación de coágulos en las arterias parcialmente obstruidas, reduciendo el riesgo de infarto. Si hay alergia a aspirina, se usa otro antiagregante. En ciertos casos, si el riesgo de trombos es muy alto, el médico podría recetar anticoagulantes.

    • Estatinas: Son medicamentos para bajar el colesterol, pero más allá de eso, estabilizan la placa aterosclerótica y reducen la inflamación de las arterias. Esto disminuye considerablemente el riesgo de infarto​

      es.wikipedia.org

      . Prácticamente todos los pacientes con angina/arteriosclerosis deben tomar estatinas, incluso si su colesterol no parece muy alto, por el beneficio demostrado.

    • IECAS/ARA II: Son fármacos para la presión alta (enalapril, lisinopril, losartán, etc.) que también ofrecen protección cardíaca a largo plazo, especialmente si el paciente tiene diabetes, hipertensión o ha tenido infarto.

  • Angioplastia coronaria: Si las pruebas muestran una o pocas arterias con obstrucciones significativas y accesibles, se puede realizar una angioplastia. Mediante un catéter en la arteria (similar al cateterismo diagnóstico), el cardiólogo inserta un pequeño globo que se infla en la zona de la placa para abrir la arteria. Luego suele colocar una endoprótesis vascular o stent, que es una malla metálica que queda desplegada manteniendo la arteria abierta. La angioplastia con stent restablece el flujo en esa arteria y alivia la angina en la mayoría de los casos. Es un procedimiento menos invasivo que la cirugía, con tiempos de recuperación rápidos.

  • Cirugía de bypass coronario: Cuando hay múltiples arterias enfermas o las obstrucciones son muy extensas, puede recomendarse una cirugía de revascularización coronaria (bypass). En esta cirugía abierta, el cirujano toma segmentos de otros vasos (arterias o venas de otras partes del cuerpo) y los conecta para crear “puentes” que esquivan las zonas obstruidas de las coronarias, llevando sangre más allá de las placas. Es decir, se hacen desvíos para que la sangre llegue al músculo cardíaco sorteando los bloqueos. Aunque es una cirugía mayor con recuperación más lenta, en pacientes apropiados mejora la supervivencia y la calidad de vida, quitando prácticamente los síntomas de angina.

  • Otras terapias: En casos de angina refractaria (que no mejora con nada) existen técnicas especiales como la estimulación por contrapulsación externa o terapias con láser, pero son poco comunes. Además, si coexisten arritmias o insuficiencia cardíaca, pueden necesitarse dispositivos como marcapasos o desfibriladores automáticos, pero esto ya corresponde a complicaciones asociadas.

El enfoque del tratamiento es individualizado. Algunos pacientes controlarán bien su angina solo con medicación y hábitos saludables, otros requerirán angioplastia o cirugía según la severidad de su condición. Es crucial seguir el plan indicado por el cardiólogo, tomar los medicamentos todos los días aunque uno se sienta bien (pues previenen problemas mayores) y acudir a los controles. Con tratamiento, muchas personas con angina llevan una vida prácticamente normal, activa y sin dolor.


Conclusión


La angina de pecho es una llamada de atención de nuestro corazón. Nos avisa que algo no anda bien en nuestras “tuberías” coronarias y que es momento de actuar. La buena noticia es que, con los cuidados adecuados, podemos mantener a raya a la angina e incluso prevenir su aparición. Hemos aprendido que una vida cardiosaludable – dejar el cigarrillo, comer balanceado, hacer ejercicio, controlar el estrés – no solo mejora la angina sino que nos hace sentir mejor en general. También sabemos que la medicina moderna cuenta con múltiples herramientas, desde fármacos eficaces hasta procedimientos innovadores, para que el corazón reciba la sangre que necesita.

Si sufres angina de pecho, no estás solo: es un problema común y tratable. Sigue las indicaciones de tu médico, sé constante con tus medicamentos y hábitos, y no dudes en preguntar y aprender sobre tu condición. Escuchar a tu cuerpo es el primer paso; el siguiente es cuidarlo con acciones concretas cada día. Cada caminata que das, cada comida saludable que eliges, cada cigarro que decides no fumar, estás fortaleciendo tu corazón.

Recuerda: el objetivo es vivir bien y sin miedo. La angina de pecho no debe detener tu vida, sino motivarte a llevar un estilo de vida más sano. Pequeños cambios suman grandes beneficios. Tu corazón es un motor incansable que trabaja por ti toda la vida; dale tú también lo mejor de ti. ¡Empodérate con este conocimiento y toma las riendas de tu salud cardíaca! Cuidar el corazón hoy es invertir en un mañana lleno de vitalidad.


¿Te preocupa la angina de pecho o tu salud cardiovascular? ¡Estás a tiempo de actuar!

La angina es una llamada de atención que no debemos ignorar. Como has aprendido, cada acción saludable cuenta: desde dejar de fumar, hasta caminar más o elegir mejor tus alimentos. Y si a esto le sumas una evaluación médica experta, estás dando un gran paso hacia una vida larga y sin limitaciones.

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